“Verdad y Justicia”...

Publicado por Graciela


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Tras el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 que derrocó al gobierno de Isabel      Perón, fue instaurado un régimen militar que sería conocido como Proceso de Reorganización Nacional. Una Junta Militar compuesta por los comandantes de las tres armas -general Jorge Rafael Videla, almirante Emilio Eduardo Massera y brigadier Orlando Ramón Agosti- , se hizo cargo del poder. Se designó a Videla como Presidente de la Nación y se reemplazó la Constitución por un Reglamento que suprimió la mayor parte de las libertades individuales.
 

  A partir del golpe CÍVICO-MILITAR, se comenzó a utilizar una represión brutal y asesina como forma de control social. El gobierno de facto instaló el terrorismo de estado y secuestró, desapareció y mató no sólo a cualquiera que participara en alguna organización de izquierda, sino también a quienes cumplían con tareas sociales, culturales, religiosas, llamadas subversivas. Aquellas personas, jóvenes en su gran mayoría, imbuidos del espíritu de cambio, respirado desde los ’60 en el mundo y en América Latina, que bregaban por un país distinto, “atacaba” el régimen y los intereses de una élite conservadora.
 

  “Los que no militaban, participaban de las reuniones de división y del cuerpo de delegados, casi nadie quedaba afuera de los problemas comunes. Todos querían una sociedad mejor, una vida mejor, y por eso los murieron, los asesinaron, los desaparecieron.”  Enrique Vázquez en su discurso del 22/10/1996 al colocar una placa en el claustro central del Colegio Nacional Buenos Aires en memoria de los 104 estudiantes y egresados desaparecidos durante la dictadura.

  Se cumplen hoy, 35 años del proceso más sangriento de la historia argentina. Se impuso un régimen militar avalado por la oligarquía conservadora nacional, intereses extranjeros, e incluso hasta con la connivencia de muchos sectores políticos, cuyo principal objetivo fue el establecimiento de un modelo económico neoliberal y para hacerlo implementaron la metodología represiva de la desaparición forzada de personas y la supresión de identidad con el robo de bebés.

  Aún hoy hay quienes, beneficiados con vastos espacios en los medios de comunicación, se atreven a dudar de las consecuencias nefastas del Golpe del ’76, a dudar de la existencia de detenidos-desaparecidos. Personas que reivindican a los genocidas, que con el afán de involucrarse en la práctica política, despliegan su inaudita opinión ante tamaños crímenes, con un discurso que por lo irrazonable resulta insultante.

  Lo más grave es que un ex presidente indultó a los genocidas. Y aún más grave es que hoy un supuestamente candidato a  “las elecciones presidenciales de octubre 2011” acompañó esa medida siendo el vicepresidente de quien firmara este decreto, arrogándose, además, el derecho de atacar verbalmente este “modelo de país” que comenzó con el entonces Presidente Néstor Kirchner, y que continúa con “Cristina”.  No creo que la Argentina haya tenido un Presidente tan atacado, agraviado, como ocurre con nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No respetan ni tan solo su investidura.

  Finalmente, para no caer en la impunidad es necesaria la madurez de toda la sociedad, la memoria colectiva, la defensa inclaudicable de los derechos humanos, la búsqueda de la verdad y la justicia, y la decisión política de continuar en este camino. Así como el genocidio fue una política de estado, la lucha contra la impunidad también debe serlo.

  No es cierto que recordar el pasado sea tarea sólo de los historiadores. Es más bien un remedio al que los hombres deben acudir para alentar su espíritu de supervivencia, la fuerza para continuar hacia delante.  Pero también es, sobre todo, una obligación moral de los pueblos y sus dirigentes, para no volver a repetir los mismos errores, para aprender de lo vivido, y enmendar el futuro.